Bebé, carnaval y perro: ¡juega con valentía!

El carnaval es una época de visitas y hogares. A menudo, los miembros más pequeños de la familia vienen de visita. No todos los perros perdonan a los niños y no todos los niños pueden manejar a un perro correctamente.

Hoy, unas palabras sobre lo que hay que tener en cuenta para que tanto el niño como nuestro perro estén a salvo.

Comunicación correcta

Cuando ocurren incidentes con un perro, la mayoría de los dueños informan que el animal no avisó con anticipación. Mientras tanto, los perros no solo envían a las personas una amplia gama de señales, sino que también son inherentes a su naturaleza. Un perro adaptado a la vida familiar siempre utilizará sus dientes solo como último recurso.

Así que dirijamos nuestra atención a comportamientos como sacudir, lamer, girar la cabeza o apartar la mirada del niño. Muestran la incomodidad del perro y la situación o evento desagradable. Sacar al perro de esta situación, o romperla, no solo evitará consecuencias desagradables, sino que también mejorará nuestra imagen ante los ojos del perro.

Por otro lado, gruñir no es un signo de agresión, sino solo un mensaje claro de que está sucediendo algo que no le gusta al perro. No se les puede responder con miedo o castigo. Una vez que un perro comprende que los gruñidos se deben a la experiencia acumulada, siempre gruñirá primero debido a la mordedura. Al final del día, esto es lo que queremos decir.

Confianza

Las estadísticas de mordeduras no dejan lugar a dudas. Las mordeduras ocurren con mayor frecuencia en el hogar donde vive el perro. La raza es la menor de todas. Y el mayor error es nuestra total confianza en el perro y el niño o los niños.

La introducción de reglas claras debería facilitar la tarea. No cierres la puerta de la habitación, no camines con adultos, respeta la decisión del perro de no jugar y es esencial tomar pequeños descansos para asegurarte de que todo está bien. También se debe advertir a los visitantes que no saquen juguetes o comida de la boca del perro.

Niño y supervisión

No deje a su perro sin supervisión con su hijo. Dicen que «un perro es solo un perro». Pero un niño también es solo un niño. Ambas partes pueden tener una idea igualmente estúpida. Pelear, perseguir terreno resbaladizo, sonreír con los dientes o innumerables besos en la boca del perro pueden tener un final doloroso. Por lo tanto, cuando pasen tiempo juntos, debes vigilar tanto al bebé como al amigo de cuatro patas.

De hecho, este es un pequeño esfuerzo si se consideran las pérdidas potenciales (tanto físicas como mentales) que resultan de la falta de cualquier tipo de supervisión.

La diversión es desigual

Las reglas básicas del juego son: espontaneidad, no extorsión e imprevisibilidad. En resumen, la diversión es cuando ambas partes lo disfrutan. Disfrazarse no es un juego en el que el perro, en lugar de mover la cola, se aprieta sobre sí mismo. Tampoco es arrojarle un juguete al perro para atraparlo, recogerlo o escapar.

Nuestro deber como dueño del perro no es solo cuidar su bienestar, sino también educar a las generaciones más jóvenes. La educación escolar moderna no presta especial atención a la formación de la actitud correcta hacia el perro. En consecuencia, este noble papel pertenece a los cuidadores.