Manos que conectan bien. ¿Cómo hacer que un perro no le tenga miedo a nuestras manos?

Una de las principales herramientas para comunicarse con un perro son nuestras manos. Si los usamos de manera inapropiada, se convierten en su miedo, pero si les damos un buen uso, nos ayudarán a establecer una conexión profunda con él.

Las manos nos permiten recibir información sobre el mundo que nos rodea y cambiarlo. Con su ayuda, realizamos movimientos extremadamente precisos. Están completamente subordinados a nuestro cerebro y se utilizan para transmitir intenciones y emociones. Ver cómo los perros reaccionan a nuestras manos a veces puede dar la impresión de que los están separando del resto del cuerpo del dueño. Especialmente los animales que han experimentado algo malo a causa de ellos, por su comportamiento indican que están en conflicto con ellos.

Por un lado, se esfuerzan por tener contacto con las personas, disfrutan de conocerlas, las miran activamente a los ojos o tratan de lamerles la cara. Por otro lado, esquivan la mano extendida y, a veces, incluso la atacan. Por eso es bueno saber cuándo estamos haciendo un mal uso de nuestras manos al jugar con el perro, hacer ejercicio o mostrar afecto, y luego aprender a hacerlo para que comprenda nuestras intenciones.

Comprueba si tu perro disfruta de tus caricias

Acaricie a su mascota tres veces sin sostenerla, inclinarse o abrazarla, luego retire su mano y espere una reacción. Si le gusta que lo acaricien, de alguna manera lo indica. Por ejemplo, te mirará, se acercará, pondrá la cabeza o la pata en tu rodilla.

Entonces podrás responder a esta solicitud con más cariño. Sin embargo, si el perro sigue quieto después de quitarle la mano o aprovecharse de la situación y alejarse, este tipo de contacto no es adecuado para él.

No te burles del perro

Los cachorros tienen una gran necesidad de entrenar sus habilidades de caza, lo que se manifiesta en reacción a cada movimiento del entorno. Cuando se cargan, representan los elementos de la cadena de caza, como esconderse, saltar, agarrar, rasgar y morder. Nos encanta jugar con este instinto provocando al cachorro con nuestras manos. En un principio, nos divierte la seriedad con la que la bola mullida trata nuestras manos como si fuera su víctima. Sin embargo, cuando el cachorro crece, la situación deja de ser divertida. Resulta que atacar con la mano se convirtió en su misión en la vida.

Nos gustaría que el perro respetara nuestros límites: juegue con nosotros cuando queramos, pero termine el juego cuando nos aburramos. También nos gusta pasar las tardes acariciando a nuestro amigo. Sin embargo, resulta que el perro parece ponerse furioso al ver la mano; inmediatamente se despierta y se niega a tocar, atacando las manos de la persona. La mejor solución es asegurarse de que su perro tenga contacto frecuente con familiares de todas las edades para que pueda dar rienda suelta a sus necesidades innatas.

No asustes a tu mascota

Es aún peor cuando nuestras manos asocian al perro con malestar o dolor. Por ejemplo, cuando no realizamos con cuidado procedimientos de aseo, como cepillarnos o cortarnos las uñas. O cuando utilizamos métodos de entrenamiento inadecuados y, por ejemplo, le enseñamos al perro a sentarse presionando la grupa con la mano.

Además, mantener al perro quieto, que se recomienda en muchos métodos de entrenamiento, puede ser estresante para el perro. Por no hablar de infligirle dolor deliberadamente cuando, para regañarlo, le agarramos la piel de la nuca, lo derribamos o lo golpeamos. Entonces el animal pierde la sensación de seguridad y confianza en el dueño y crea malas asociaciones principalmente con sus manos.

Desafortunadamente, estos recuerdos a menudo duran el resto de sus vidas, incluso cuando el propietario cambia de comportamiento e introduce tratamientos de belleza menos estresantes o una paternidad positiva. Algunos perros pueden volver a confiar en los humanos, pero otros volverán a atacar con las manos cuando estén estresados, asustados repentinamente o cuando sus sentidos se debiliten con la vejez.

El uso de la violencia en la crianza de un perro suele deberse a la ignorancia, la impotencia del dueño o el consejo inadecuado de terceros. En la naturaleza, los perros padres son muy amables con sus hijos, rara vez los regañan y, si lo hacen, lo hacen metiéndose la boca en la suya. No los presionan contra el suelo ni se agarran la piel de la parte posterior de la cabeza, sino que hacen todo lo posible para asegurarse de que sus crías crezcan en un ambiente seguro.

No complique demasiado el aprendizaje para el estudiante

Un perro es un animal muy atento a los estímulos visuales. Observa al propietario con especial atención, incluso cuando le parece que el cliente le está dando la espalda o cuando está durmiendo.

Además, presta atención a lo que le pasa a nuestras manos durante el entrenamiento. Nuestros gestos les dan a los perros mucha más información que las órdenes verbales y pueden distraerlos. Es por eso que le haremos muy difícil al perro aprender cuando, al dar órdenes, simultáneamente hacemos gestos, buscamos golosinas o clicker.

No le muestres a tu mascota sentimientos humanos

Las diferencias de especies entre humanos y perros causan confusión cuando queremos mostrar sentimientos amistosos a los animales. Los seres humanos heredaron de sus antepasados ​​comportamientos compasivos como tender la mano para saludar a alguien, así como abrazos y abrazos. El contacto cercano con otras personas tiene un gran impacto positivo en nuestro bienestar y salud.

Sin embargo, los perros rara vez usan sus patas para tales fines y, además, los etólogos clasifican la posición de la pata en el cuerpo de otro perro como comportamiento demostrativo, que a menudo conduce a un ataque. Los perros son mucho menos excéntricos que los humanos, les gusta estar cerca del resto del grupo, pero por lo general mantienen la distancia y se dan la espalda.

En The Other End of the Leash, la Dra. Patricia McConnell señala que el reflejo de caminar hacia el perro y extender la mano para saludarlo está tan arraigado en nosotros que a menudo la única forma de no asustar al animal es detenerse físicamente. hombre de ella. Muy pocos perros responderán amablemente a las manos extendidas de un extraño. Suelen inclinar la cabeza para que no los acaricien, e incluso algunos pueden agarrar sus manos con los dientes. Esto puede suceder, especialmente cuando la libertad de movimiento del perro es limitada: está en manos del dueño, se mantiene con una correa corta o se esconde debajo de la mesa durante las visitas de los invitados.

Además, muchos perros se sienten mal cuando las personas les muestran afecto de forma humana, por ejemplo, acariciándolos en la parte superior de la cabeza, abrazándolos y abrazándolos. Para los niños, agarrar a otra persona por el cuello y presionar su rostro contra el suyo es una forma de expresar amor y gratitud. Cuando los niños intentan transmitir el mismo comportamiento a un perro al que quieren mostrar afecto, el perro puede morderlos en la cara. Casi siempre, intentar abrazar o abrazar a tu perro produce señales de malestar, como mirar hacia el costado y la cabeza, lamer y bostezar. Si no entendemos este mensaje y no lo respondemos adecuadamente, el perro se sentirá mal en nuestra presencia.

«Stop» es una cura para casi todo

Si queremos tener una buena relación con el perro, asegurémonos de que nuestras manos estén conectadas a él de la mejor manera posible. Acariciar a tu perro es una parte importante para establecer un vínculo entre él y su dueño, pero debes saber qué contacto le gusta y cuál no. Los cuadrúpedos generalmente responden bien al frotarse los ojos y el interior de la oreja, acariciar el cuello y el abdomen y rascarse la grupa. Son situaciones en las que nuestras manos les hacen felices. Sin embargo, siempre que ellos mismos iniciaran el contacto y no fueran retenidos. Una vez que el perro se sienta cómodo con el afecto, podemos introducir técnicas de masaje sencillas, como acariciar lentamente todo el cuerpo con distintos grados de presión.

La investigación científica muestra que el masaje estimula el sistema inmunológico y la producción de sustancias químicas relajantes. Sin embargo, esto solo sucede cuando el animal está relajado. Una de las señales más efectivas que podemos enseñarle a un perro es un gesto con la mano en el lenguaje corporal humano para «detenerse». Lo usamos en nuestra vida diaria cuando queremos evitar que alguien se acerque a nosotros o para intentar hablar cuando estamos enfocados en otra cosa.

Fue introducido al adiestramiento canino por el entrenador noruego Turid Rugaas, quien fue el primero en usarlo con caballos. Considera que es la herramienta más versátil y útil que jamás haya utilizado en el adiestramiento canino.

Este pequeño movimiento es suficiente para reducir la disposición del perro a responder a los estímulos externos y así reducir los niveles de estrés. Desde que comencé a usar el gesto de detener hace muchos años, nunca más usé la palabra no ni me enojé con mis perros porque no había ninguna razón para ello.

Manos que facilitan la comunicación

El gesto de detenerse es útil en cualquier situación en la que el perro esté considerando reaccionar. Comencemos observando situaciones simples con un perro. Por ejemplo, antes de levantarse de una silla, enséñele la señal de alto cuando se levante para decirle que no pasa nada. Si el perro ladra fuera de la ventana y nuestra mascota está alertando a sus oídos, «parar» le mostrará que no hay necesidad de reaccionar.

Turid Rugaas utiliza esta técnica para solucionar problemas en perros, como ladrar al timbre, mantener la calma en el coche o estar solo en casa. Dominar este gesto cumple una de las condiciones para un buen adiestrador: el uso de medios mínimos de comunicación con el perro. Yo mismo he utilizado el gesto de detener durante muchos años y realmente aprecio su eficacia.

Aquí hay un ejemplo de su uso. Durante la caminata, uno de mis perros corría muy por delante. En un momento dado, se detuvo al otro lado de la calle y notó que los trabajadores trabajaban en un terraplén de ferrocarril cercano. Vaciló y me miró como si estuviera comprobando si me había fijado en los trabajadores. Fue suficiente para mí extender mi mano en un gesto de «alto», y el perro inmediatamente bajó la cabeza y siguió corriendo. Anteriormente, su reacción eran los ladridos de los trabajadores, pero un leve movimiento de mi mano fue suficiente para calmarlo y evitar una reacción más fuerte.